Allá por el año 1875, Bolztmann reposaba frente a la chimenea de su casa en Viena luego de haberse bajado media botella de whisky, dos dosis de LSD y lamido el dorso de una rana ecuatoriana. De repente, en un ataque de euforia y locura se pone de pie y exclama:
martes, 22 de febrero de 2011
Los efectos de la termoestadística
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